Entrevista a Javier Riaño, uno de nuestros fundadores, para la revista Estrategias de Inversión
- En pocas palabras, ¿cómo tiene que ser una cartera a largo plazo?
Siempre que se construye una cartera, ésta tiene que responder a los objetivos razonables de rentabilidad que pueda esperar el cliente y al riesgo que tolere en momentos de incertidumbre y las necesidades de liquidez que se necesiten. En función de esas expectativas, se trata de un proceso de optimización de rentabilidad sujeto a restricciones de riesgo. Dicho esto, el activo más rentable en el largo plazo ha de ser la renta variable (diversificada correctamente a nivel geográfico y sectorial), lo que ocurre es que como el cliente no suele tener un horizonte de inversión de tan largo plazo (10 ó 15 años), o no puede soportar fluctuaciones del +-30% en su patrimonio, se construyen carteras con menos riesgo, pero sacrificando rentabilidad.
- ¿Cuál es la primera lección que debería aprender un inversor antes de empezar a construir una cartera a largo plazo?
Que las inversiones financieras fluctúan y eso no tiene porqué ser malo, porque lo veamos o no, como en el inmobiliario, esto afecta a todas las inversiones y la forma de que una cartera esté bien construida es que está bien diversificada con distintas clases de activo y sobre todo países y sectores. Adicionalmente, es muy importante aprender a gestionar las emociones, las peores decisiones siempre se toman cuando uno se deja llevar por la avaricia o el miedo.
- ¿Qué perfil de inversor debería pesar en construir una cartera a largo plazo?
Cualquier persona que sea capaz de generar ahorro mensual y piense en objetivos de largo plazo como la jubilación, la educación de unos hijos aunque en la actualidad sean menores, etc. El efecto de la rentabilidad compuesta en el tiempo es muy importante y cuanto antes empiece una persona a ahorrar, menos esfuerzo económico tendrá que hacer y más fácil sucederá la consecución de los objetivos.
- ¿Qué debe primar a la hora de fijar los objetivos de inversión?
Ser realista con lo que se puede esperar de las inversiones financieras y ser consecuente y valiente con los horizontes de inversión y necesidades de liquidez. Dos ejemplos, una persona de 40 años ahorrando para su jubilación, le podrá angustiar más o menos, pero si no va a disponer de ese dinero en 20 ó 30 años puede asumir mucho riesgo por conservador que piense que es. En el sentido contrario, si la misma persona está pensando en comprar una vivienda en el próximo año no puede asumir prácticamente ningún riesgo con sus inversiones financieras porque la necesidad de liquidez y el horizonte son de muy corto plazo, aunque él se considere muy agresivo o con muchos conocimientos.
- ¿Cómo podemos reducir la volatilidad de la cartera?
Diversificando, diversificando y diversificando.
- ¿Qué tipo de productos serían más adecuados según se trate de un inversor más conservador o más arriesgado?
En el primer caso, aunque tradicionalmente los activos de renta fija han sido un excelente vehículo para inversores conservadores, las valoraciones actuales creemos que encierran muchísimo peligro y preferiríamos depósitos o fondos de activo monetario, aunque no renten prácticamente nada, complementados con fondos de retorno absoluto y algo de renta variable aunque en poca proporción. Por el contrario, un inversor más arriesgado ha de tener en cartera un peso elevado en renta variable, y a nuestro juicio en aquellas áreas o sectores que tiran del crecimiento mundial, EE.UU, China, India, Tecnología, etc.
- ¿Pueden ser la gestión pasiva y la activa complementarias en este caso?
Totalmente, el debate de gestión activa o pasiva se ha planteado en términos de si quieres más a papá o a mamá, siendo absurdo desde su base. En aquellas clases de activo donde sea realmente difícil batir a los índices de referencia, o se deseen realizar inversiones tácticas de forma ágil, la gestión pasiva es un excelente vehículo. Por el contrario, hay índices o situaciones de mercado donde va a compensar buscar un buen gestor y pagarle sensiblemente más que a un vehículo indexado por el valor que aporta.